31/12/11

Prioridad absoluta

El Centro de arte contemporáneo Huarte ha colgado en su fachada una lona gigante de Noaz. Es un retrato de Fernando VII cubierto con un pasamontañas, junto al que puede leerse el lema “Vivan las cadenas” una vez tachado “Viva la Pepa”. Se trata de una colaboración con otros centros artísticos para conmemorar el centenario de la primera Constitución española.

La potente imagen invita a reflexionar sobre las oportunidades perdidas. Noaz comenzó su carrera con un pequeño graffiti en el que Aznar aparece con las orejas de Mickey Mouse. Bajo su efigie, el lema “NO AZWAR”. Todas sus obras tienen un marcado carácter político y son, sobre todo, actuales. Esta que ahora vemos, no. Es fácil presentar a Fernando VII de semejante guisa. Resulta más complicado colocarle el cascabel a quienes, en los últimos días de agosto y primeros de septiembre, incluyeron en el artículo 135 de la actual Constitución, esta coletilla: “Los créditos para satisfacer los intereses y el capital de la deuda pública de las Administraciones se entenderán siempre incluidos en el estado de gastos de sus presupuestos y su pago gozará de prioridad absoluta”. Y no era la única.

Tal vez sea un buen momento para hablar de arte y política. Por ejemplo ¿Qué puede ser sujeto de la obra artística? Cualquier cosa, claro. Señalamos con el dedo al monarca absolutista y hacemos de él una estupenda imagen que incita al desprecio. Hacemos lo mismo con el Presidente de turno y también funciona. La glorificación del héroe no parece pasar por su mejor momento. Cincuenta años después del “Vivan las cadenas”, Sagasta encargó a Gisbert el cuadro del Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en una playa de Málaga. Es la otra cara de la moneda; hablamos tal vez de lo mismo, pero desde puntos de vista muy diferentes. Algo parecido sucede con Los burgueses de Calais, un encargo del alcalde de la ciudad, hecho en los mismos años que el de Sagasta.

Del realismo literario a la pasión por los perdedores no había un gran trecho. Cualquier relato actual que se precie, sea cual sea su soporte, no puede tener un héroe como protagonista. José María Torrijos o Eustache de Saint-Pierre lo tendrían hoy más difícil que en 1880, porque desde hace ya mucho preferimos al borracho de La leyenda del santo bebedor o a los protagonistas de La música del azar. No recordamos cómo se llama el joven que se inmoló en Argelia en enero de este año y la forma de la propagación de las ideas tienen más importancia que a las ideas mismas.

Por su parte, El 15 M no parece ser un objeto “artistificable”. Desde los pisos altos de Sol, la concentración fue una masa con rectángulos azules que compuso una especie de Nicolas de Staël, un paisaje abstracto que ni siquiera se ha enterado de algunas modificaciones legales hechas de forma mucho más silenciosa que la del artículo 135 de la Constitución.

Los únicos retratos "heróicos" que se pintan hoy son los de los Presidentes que dejan el Senado o el Congreso o los de los Padres de la Constitución  y de los que interesa mucho más el precio que la calidad. (¿Por qué ningún político prefiere un buen fotógrafo a un buen pintor?)


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